jueves, 10 de febrero de 2011
Infinito
- Él intenta robar mi casa. Rompe el vidrio de la ventana y la abre. Se introduce por ella y sube las escaleras. Las escaleras que dan al cuarto de mi hija ¿Comprende? Él sigue subiendo y busca en los placares por objetos de valor. Nada lo detiene, no vacila, no reflexiona, actúa cual máquina u objeto.
Y yo lo maté. Sí, lo maté. Porque ¿Qué más iba a hacer sino? Digame ¿Qué podía hacer más que matar al hijo de puta?
Todo esto se plantea el buen señor mientras conversa con el oficial. Es un buen hombre, un buen padre, un buen vecino. Como ya he dicho, buen señor, mas no excepcional.
Si hubiera podido advertirte, si le hubiera dicho. Pero ¿Cómo saberlo? Jamás hubiera previsto lo que sucedería, el intento de robo, el odio, el arma, el asesinato. Me hubiera gustado advertirle al buen señor que moriría.
El buen señor no sabe el significado de la vida eterna, no sabe en qué reside. El infinito, la vida por siempre existe, más vale que existe pero existe en el otro, en la descendencia. Es en los hijos donde encontramos la fórmula del por siempre. Mientras ellos sobrevivan no importa que suceda con nuestro cuerpo, con nuestra vana carne.
Por supuesto que llegara el día en que ellos también mueran, pero allí es donde albergamos la fe. La fe no está en la religión, la secta o el rito. La fe duerme en la confianza de que también nuestros propios hijos dejarán su marca en el mundo y en esa marca, en esa descendencia viviremos también nosotros, que somos ellos, que somos sus padres. En esta tercera generación nos reencontraremos finalmente con nuestros primeros descendientes y aguardaremos juntos la llegada de la próxima generación. Y la siguiente y la siguiente y el infinito y la eternidad. He ahí tu vida eterna.
Es por eso que no entiendo a muchos como el buen señor, buscando la eternidad donde no deben, asesinando a quien no pueden. Misterioso milagro el que nos ha dado la superioridad de dios. El milagro del infinito en el otro, en la caridad. Vivimos por siempre, no seremos efímeros en cuanto dediquemos nuestra vida a la vida de alguien más.
Es por esto que insisto en él, en el buen señor. Aquel que defendiendo a su familia acabó con la vida de aquel “cual máquina u objeto”. El ladrón no tenía hijos, no tenía descendencia. El buen señor acabó no solo con él, sino con sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos y más. Como ya ha quedado en claro, terminó con todo un infinito legado que llega hasta el primero de los hombres.
Ya el noticiero informa las últimas noticias, vecino asesina a malviviente que intentaba robarle el estéreo. El titular no podría ser más errado, esta noche no muere un hombre. Hoy mueren Adán y Eva expulsados del paraíso y Abraham llora sus innecesarios martirios por concebir un hijo cuando, al fin y al cabo, todos morirían en manos de un vecino por robar un estéreo.
Pero ojalá fuera tan simple, ojalá la eternidad se limitara a una sucesión lineal (prolífica y ramificada, por supuesto, pero de índole lineal al fin y al cabo). Es de común saber que lo eterno es infinito y el infinito no solo carece de fin, sino también de origen.
No puede ser Eva el comienzo como tampoco el hombre con su costilla. La eternidad es tiempo pero fundido en lo simultáneo. Pasado, presente y futuro confluyen en uno, en El Tiempo. Es así como la muerte del ladrón es también la muerte de sus padres y la muerte del origen. Con él mueren los primeros hombres y si ellos mueren inevitablemente toda su descendencia morirá porque claro ¿De quién podrán nacer si el único progenitor ha perecido?
Con un solo disparo el buen señor ha acabado no con la vida de uno, sino con la vida misma. En ese tiro es él también el que ha muerto, al igual que su propia hija. La humanidad en su plenitud, a cambio de un estéreo.
Sin embargo debo extenderme una vez más, me veo obligado a agregar una última línea y a repasar de nuevo la complejidad del universo. Si solo fuera tan fácil, si solo ese disparo acabara por fin con el ser humano y le diera fin a su padecimiento.
No es así, es imposible que lo sea. El Infinito carece de origen y también de fin como se ha sido dicho. El ladrón no puede morir de un solo disparo. La trinidad del tiempo (Ya hemos desarrollado este fenómeno: Pasado, presente y futuro confluyen en uno, en El Tiempo. Son tres pero a la vez uno solo, un Tiempo, uno y trino.) Inevitablemente lleva a que el muerto viva en la sangre de su asesino.
Si el futuro es también pasado, el descendiente, es también antecesor. En Adán reposan el primer y el último hombre, la eternidad de su especie. No solo en él, en cada uno se entremezclan principio y fin, origen y descendencia. Centro de la humanidad.
El ladrón vivirá por siempre en sus padres, padres que a la vez han dado vida al buen señor en donde vivirán ellos también. Su muerte le dará vida eterna en quien lo mató.
Con cada muerte de uno se extingue la vida.
Con cada muerte de uno se propaga la vida.
Y así por siempre.
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