Lluvia

Camina bajo la lluvia. Se siente tanto solo como invadido por la muchedumbre de la ciudad. Todos corriendo desesperados, como si el agua fuera a dañarlos. Espantados de la propia naturaleza y refugiados en sus construcciones, en sus edificios, en sus casas.

Se siente desnudo ante sí mismo. Conocerse demasiado puede llegar a ser tan peligroso como no conocerse.
Se siente observado, cuando en realidad él es el único que observa. Quizá observa tanto como conoce, demasiado. Demasiado ahora, no lo suficiente antes. ¿O tal vez el problema fue que nunca dejó de observar?

Camina. Camina bajo la lluvia.

Cuando la ve.
Y ella también lo ve.

Sus miradas se cruzan y él puede admirar esos ojos. ¿Había visto algo así antes? No puede dejar de sentirlos, de penetrarlos con su propia vista y sentir el calor que le brindan. Parecen días enteros. Y en ellos, en esos hermosos ojos, lo ve todo. Observa como nunca antes había observado.
Por primera vez va a saber que decir. Le va a pedir perdón por el choque en el medio de la lluvia, le va a decir lo hermosa que es y le va a decir su nombre.
Van seguir hablando y, no sin algunas dificultades iniciales, va a ir pasando. Se van a entender, se van a amar, se van a acompañar. Ya no va a observar ni conocer como lo había hecho antes. Todo va a ser nuevo.
Van a estar años juntos, se van a casar. Tanto antes como después van a pelear y discutir, sabiendo que después van a disfrutar reconciliarse.
Van a formar una familia, se van a ver envejecer. Van a criar a sus hijos, va a burlarla por sus arrugas, ella porque le van a aparecer las primeras canas.
Un día, cuando menos lo espere, va a descubrir que junto a ella nunca va a dejar de ser feliz. Va a querer seguir así, envejeciendo a su lado, amándola.

Finalmente, un día v...

Ella pestañea. Él le pide disculpas y siguen caminando.
Se da vuelta.

En sus ojos ¿Qué habrá visto ella?